La velocidad a la que caminamos mientras somos adultos puede ser un indicador del riesgo de sufrir demencia o infarto cerebral al alcanzar la tercera edad, según se desprende de una investigación del Centro Médico de Boston (EE UU) que se presenta en el encuentro de la Academia Americana de Neurología el próximo mes de abril. De este modo, los neurólogos y los médicos de familia dispondrían en sus consultos "de un test cómodo y sencillo para predecir el riesgo de deterioro de la función cognitiva", aseguran los investigadores.
En estudios con más de 2400 hombres y mujeres que rondaban los 60 años, Erica C. Camargo y sus colegas midieron la velocidad a la que caminaban y la fuerza de agarre de sus manos, así como la función cognitiva, ayudados también por escáneres cerebrales. Durante los 11 años siguientes estudiaron su evolución. Y así comprobaron que las personas que inicialmente caminaban más despacio tenían 1,5 veces más probabilidades de desarrollar demencia. Además, comprobaron que andar a paso lento estaba asociado con un menor volumen cerebral, una memoria más débil y menos destreza en el uso del lenguaje y en la toma de decisiones.
Los investigadores pretenden llevar a cabo más estudios para entender por qué ocurre esto y si hay una enfermedad preclínica que pudiera estar causando la lentitud al caminar o una menor fuerza de agarre.